martes, 28 de abril de 2009

Tierra a la vista… o no


Jonatan Suárez

(IES Santa Lucía, Vecindario, Gran Canaria),


“Privilegiados”, “afortunados” son palabras que nos describen. “Infelices”, “desesperados” son palabras que describen a cientos de personas que viven en hogares sin luz, sin armonía, sin paz.
No conocemos el verdadero dolor, el que se siente desde lo más profundo del corazón, el que se escucha desde lo más hondo del alma, el que no tiene piedad de nadie.
Hoy en día, sigue abierta la gran polémica sobre la inmigración. Las grandes masas de personas que se desplazan a otros continentes arriesgando sus vidas, pensando que encontrarán, a lo mejor, un futuro, aumentan cada año. No somos conscientes del sufrimiento y la desesperación que viven cada hora, cada día. Arriesgan sus vidas atravesando un cementerio azul que ya ha dejado demasiadas víctimas como para dejar una más. Les engañan dándoles falsas esperanzas, sueños que jamás podrán hacer realidad. Son los únicos que ven esperanza en un mundo lleno de guerra, muertes… Su dolor desaparece tras el paso de esos días tan sufridos porque su corazón ya no aguanta más, ya no tolera tanto dolor y por eso se congela de tal forma que es incapaz de sentir cualquier estímulo, cualquier muestra de afecto.
Lo más injusto de todo esto es el sufrimiento que tienen que soportar los niños, seres que con solo pocos años de vida han visto lo jamás vivido por nosotros: cómo desaparece su hogar debido a una explosión o cómo mueren sus familiares como si de pétalos de una flor se tratase.
La creación de unos seres capaces de razonar, ser libres y justos no nos da derecho a actuar de la forma como lo estamos haciendo. Tenemos de todo y más, y hay personas que no tienen nada. Éstas son las verdaderas, las que aguantan cualquier cosa por muy sufrida que sea por vivir y conseguir su objetivo, su sueño.
Este mundo que hemos ido creando poco a poco y con esfuerzo no es perfecto porque todavía hay personas que no se sienten felices y, aunque sólo sea una persona la que no está alegre o cómoda, ya sea niño, adulto o anciano, debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para cambiar esa circunstancia.
En definitiva, debemos hacer de este mundo un lugar seguro y apacible donde todos nos ayudemos mutuamente, quitándole importancia a lo externo y dándosela a lo interno, porque eso es lo verdadero y puro de un ser humano.

lunes, 27 de abril de 2009

Es una barbaridad permitir abortar a niñas de 16 años


Arturo Canalda, (ABC, 3 de abril de 2009)



El Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Arturo Canalda, consideró hoy una "auténtica barbaridad" que el Gobierno central vaya a proponer una reforma de la Ley del Aborto que permita interrumpir el embarazo a chicas de 16 años sin el consentimiento de sus padres.
Canalda lo justifica por "las importantes repercusiones, físicas y psicológicas que puede tener una decisión como esta".
"Una menor de 16 años no está preparada para afrontar sola un asunto tan serio que puede, incluso, llegar a comprometer su propia vida. Me parece que permitir que esto suceda sí que es un retroceso para la sociedad", señaló Canalda.
Según indica en un comunicado, ha solicitado en reiteradas ocasiones una reunión con la ministra de Igualdad para plantear el punto de vista de una institución especialmente dedicada a la defensa de los menores y que, por su conocimiento transversal de la realidad de éstos, "puede aportar una opinión cualificada sobre la madurez que se puede tener a esa edad o las repercusiones que un acto así provocaría para las menores".
"La ministra no ha querido conocer nuestra opinión como sí lo ha hecho, por ejemplo, con los representantes de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo o con otros colectivos contrarios al aborto. Como Defensor del Menor, lamento profundamente que esta Institución no haya sido escuchada en todo este proceso", destacó.
El Defensor considera que ninguna Ley puede cercenar la confianza que debe existir entre padres e hijos y mucho menos fomentar que una adolescente pueda tomar en solitario una decisión tan dura como interrumpir un embarazo. Además, considera que a los padres no se les puede negar el derecho a conocer una circunstancia tan relevante en la vida de su hija, de la que tienen la patria potestad hasta que cumplan 18 años.
"Qué pasaría si, después de practicársele un aborto sin conocimiento de los padres, una niña de 16 años tuviese una complicación grave para su salud; o si de pronto descubriera que había tomado una decisión equivocada influenciada quizás por el entorno. Yo, como padre, no dudaría ni un segundo en acudir a los tribunales", argumentó el Defensor del Menor.
Según Canalda, el aborto es uno de los grandes fracasos de la sociedad y no se pueden hacer juegos de palabras que conducen a errores importantes de concepto, tal como han hecho en estos días la propia ministra de Igualdad, el secretario general de los socialistas, José Blanco o, ayer mismo, el ministro de Justicia.
"No es en absoluto equiparable mantener relaciones sexuales con abortar; esto último es la terrible consecuencia de lo primero. Lo que tenemos que hacer es prevenir y educar a nuestros hijos en una sexualidad responsable y en un profundo conocimiento de los métodos anticonceptivos; aún así, si finalmente se produce un embarazo no deseado, habrá que tomar decisiones conociendo todas las alternativas posibles y siempre con el apoyo y ayuda de los padres", concluyó el Defensor del Menor.

miércoles, 22 de abril de 2009

La inmigración; ¿café solo o con leche?


Ariadna Santana Betancort (IES Santa Lucía, Vecindario, Gran Canaria),

“¡Qué pesadez! ¡Otra vez lo mismo! ¿Cuánto tiempo vamos a seguir hablando de eso?”. Éstos son los comentarios que, típicamente, se hacen al oír la palabra “inmigración” o alguno de sus derivados; este fenómeno se repite sobre todo en adolescentes, que lo único que saben decir en un debate acerca de la inmigración (y en general, de cualquier cosa) es que “todo lo que pasan los negritos o chicos de color que vienen en cayucos es culpa de la sociedad”. Ahora bien, cabe preguntarse después del debate más fructífero de la historia de los debates, ¿no somos parte nosotros de ella, de la sociedad? Si es así, nosotros tenemos la culpa, ¿no?
Pues la respuesta es que sí, pero no sólo es culpa nuestra que tengan que arriesgar su vida para salvarse, sino que prefieran morirse antes de recibir el trato que aquí les damos. Todos quieren ayudar a los negritos, quieren que salgan adelante, pero, “¡a nosotros no vengan a quitarnos nuestros derechos o nuestro trabajo, porque hacemos una manifestación para que los deporten!”. Últimamente se ha puesto en marcha un plan de concienciación para jóvenes en el que se muestra la cruda realidad por la que pasan los inmigrantes, imágenes violentas que vemos e imaginamos como una película de Will Smith, sin pararnos a pensar un minuto en nuestras vidas: cuando éramos bebés, teníamos un Ferrari de plástico, y ahora tenemos o uno de verdad o un Nokia 357H203, que viene a ser lo mismo que un coche, y aun pensando en ello no somos capaces de mirar a esos chicos y chicas adolescentes que, en vez de tener lo mismo que nosotros como debería ser, por no tener, no tienen ni zapatos. Se fabrican sandalias con botellas de plástico, y nosotros hablando de la crisis del petróleo. ¿Y después de todo nos quejamos de la sociedad? ¿Quién provoca que los habitantes de los países “pobres” emigren? La deuda externa, claro, porque nosotros no consumimos y tiramos lo que en ellos se cultiva; porque nosotros no malgastamos el plástico que se fabrica con su petróleo; porque nosotros ahorramos energía eléctrica para que ellos puedan tenerla… ¡Vaya, somos unos santos! ¿Alguien puede beatificarnos y crucificar a la sociedad? Es que es ella la que tiene la culpa.
Una vez pusieron un documental en la televisión que fue emitido en horario escolar para algunos alumnos. El programa mostraba la preparación de un grupo de personas que se marchaba a Europa en cayuco. En un momento, se vio a uno de los “preparadores” enseñando a uno de los inmigrantes cómo debía hacer pis para no desequilibrar la barca, ya que si se desequilibraba, se hundía y se ahogaban. Cuando los compañeros de clase vieron esa escena y observaron los gestos del señor que preparaba, se rieron, como si aquellas fueran las últimas vacaciones de Mr. Bean; y pocas personas se pararon a pensar en lo siguiente: algo tan sencillo como hacer pis puede causarles la muerte… pero qué más da, si Mr. Bean era gracioso.
Y luego está el caso de “intolerancia tolerante”, que hace frente a la inmigración y a todo lo que representa. Es el caso de algunas personas que presumen de ser tolerantes, y de hecho lo son… hasta que dejan de serlo. ¿Cuándo ocurre esto? Pues cuando una persona “tolerante” se entera de que su hijo está saliendo con una persona inmigrante. En ese momento la tolerancia desaparece tan rápido como un alumno después de clase. Otro caso de esta misma índole es el de una señora tolerante hasta la muerte que se entera de que el ascenso que quería se lo han dado a su compañera ecuatoriana. ¡Fiu, adiós tolerancia! En estos casos, para no parecer un hipócrita, es mejor ser claro y decir: “inmigrantes sí, pero lejos”. Triste, pero mejor que ser el perfecto farsante.
Y todavía más: echamos la culpa a las leyes de no poder ayudar como es debido a todas estas personas, pero hemos demostrado que las leyes nacen, mueren y cambian, además de reproducirse. ¿No será que muchos de nosotros preferimos dejar las cosas como están? “Hay que parar la inmigración”, dicen los políticos; “salvemos al pato Donald”, dicen los ecologistas. Pues, ¡arriba sociedad! Ni lo uno ni lo otro: la inmigración es inevitable, siempre ha existido, pero podemos hacer, provocar, que sea innecesaria. Nosotros, pobres ricos, tenemos los medios para evitar, aunque sea un poco, todo ese calvario.
En fin, que aun haciendo una apología de la inmigración, no somos nosotros los más indicados para criticarla u opinar sobre ella, pero esperemos que un día los pescadores fronterizos cojan atunes y no ropa de bebé… o al bebé.

lunes, 13 de abril de 2009

No se lo digas a mamá


DIARIO DE SEVILLA 21/03/09
MARILÓ MONTERO
Mariló Montero es periodista, esposa (de Carlos Herrera, también periodista)
y madre ( de una adolescente).



Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres. Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres. Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella. Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto.

El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual. Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado. Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse.

Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia. Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé? Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia. Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada. Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres. Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto? Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá porque no la necesitas". Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola. Porque soy su madre.

sábado, 4 de abril de 2009

En defensa de la libertad


Manuel Ferrer Muñoz

No está de moda reclamar derechos: determinados derechos, en particular.
Ya se sabe: son tiempos en que prima la seguridad, que justifica todo género de arbitrariedades, “por nuestro bien”.
Dicen que una alianza de civilizaciones devolvería la confianza entre hombres de un planeta dividido por odios arraigados, por conflictos que nadie sabe cómo solucionar, por heridas causadas por actuaciones intemperantes de algunos gobernantes que han dividido a los pueblos según su adscripción a un “eje del mal” de tan dudosa entidad como la moralidad de muchos políticos contemporáneos de dentro y fuera de nuestras fronteras. Eso dicen, aunque lo dicen con poca convicción.
Lo ocurrido en Casablanca el domingo 29 de marzo debe avergonzarnos: cinco ciudadanos extranjeros han sido expulsados, bajo la acusación de haber viajado al país magrebí con la intención de evangelizar. Marruecos permite la presencia de misioneros de otras religiones diferentes de la oficial, el Islam, pero las leyes les prohíben evangelizar.
Por desgracia, nadie se rasgará las vestiduras –los tiempos no están para dispendios- ante una violación tan flagrante de los derechos humanos.
Y, sin embargo, cruzarse de brazos ante una actuación semejante es actitud de cobardes, o de avestruces, que esconden la cabeza para no ver. ¿O constituirá la denuncia un agravio a nuestra civilización aliada?
Seguro que todos recordamos la crisis de las caricaturas de Mahoma, que todavía colea hasta el extremo de poder llegar a condicionar la designación del próximo secretario general de la OTAN. ¿Pero nos alcanza la memoria de las divertidas fotos de Carod Rovira jugueteando de modo bromista y encantadoramente sacrílego con la corona de espinas que, en el sentir de los cristianos, martirizó la cabeza del Hombre-Dios?
No respetamos para que nos respeten, ¡pero que nos respeten!