martes, 6 de abril de 2010

Manuel Ureña. Menores emigrantes

(Alfa y Omega, 14 de enero de 2010)

Es obvio -nos dice el Papa- que «el emigrante es un ser humano con derechos humanos fundamentales inalienables que todos deben respetar siempre». Y si ese derecho rige para todo migrante, con mayor razón todavía gozan de él los migrantes y los refugiados menores de edad, habida cuenta de su mayor indefensión. Clara conciencia tiene de ello la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, la cual afirma sin titubeos que hay que salvaguardar siempre el interés del menor. Sin embargo, la realidad no se comporta siempre así.

El Papa Benedicto XVI nos exhorta a prestar la debida atención a los emigrantes menores de edad, los cuales necesitan un ambiente social que permita y favorezca su desarrollo físico, cultural y moral. En cuanto a los adolescentes que forman parte de dos culturas, es importante se dé a éstos la posibilidad de acudir con regularidad a la escuela, de acceder, después, al mundo del trabajo y de integrarse lo mejor y más fácilmente posible por medio de estructuras adecuadas que habrán de crearse al efecto.

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