lunes, 17 de mayo de 2010

Pablo M. Díez. El calvario del converso oculto

(ABC, 28 de febrero de 2010)

Bajo su brillante fachada como directivo de una multinacional americana, Francis, el nombre con el que oculta su identidad real por miedo, guarda un secreto que no conocen ni su familia ni sus amigos. Francis no es un asesino en serie, ni un violador de niños, ni un ladrón y ni siquiera defrauda a Hacienda, pero podría ser considerado un criminal en Malasia.

A ojos de la «Sharía», la ley islámica que impera en Malasia para los musulmanes, es algo incluso peor: un apóstata. Y es que Francis se convirtió al cristianismo hace ya ocho años. Evidentemente, lo hizo en secreto, ya que en caso de ser descubierto podría dar con sus huesos entre rejas y seguir un curso de reeducación.

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