viernes, 18 de junio de 2010

Arturo Pérez Reverte. Manolo y la jauría

(XL Semanal, 9-15 de mayo de 2010)


Me pregunta Manolo cómo lo hace uno. Cómo se sobrevive al zipizape público. De qué manera se endurecen la piel, los intestinos o el corazón cuando uno expone sus opiniones y se monta una pajarraca que le pone en riesgo el sosiego mental o la salud física.

Manolo me interroga sobre eso y me lo explica: tuvo la ocurrencia de enviar una carta a un periódico, opinando sobre el status de ciertos funcionarios públicos. Argumentaba en ella, tajante pero con respeto, sobre cómo algunos ciudadanos ven asegurado su puesto tras aprobar un examen, duro y de resultado merecido, en un momento determinado de su existencia. Y opinaba luego que no todos los funcionarios se tocan la barriga en horas laborables; pero que una parte del colectivo –pequeña, notoria y evidente– tiende a la indolencia operativa, a los asuntos propios, al café de las once y al bocadillo de la una.

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