En plena efervescencia en el Magreb, un argelino rueda una película sobre los jóvenes que tratan de emigrar.
Saif el Islam Gadafi, hijo del dictador libio, ha lanzado, entre otras amenazas, que si la sangre llega al río por las revueltas contra el régimen los emigrantes llegarán al mar. Y su destino será Europa, como el de miles de tunecinos que han dejado su país coincidiendo con la «revolución del jazmín». Son los denominados «harragas», término empleado en árabe para los que «queman su tierra», los que se van.
La situación es «terrible», reconoce Moussa Haddad, realizador argelino que estos días ha empezado a rodar precisamente «Harraga blues», un largometraje en el que aborda quiénes son estos que parten y por qué. «Es gente que nunca ha puesto un pie fuera de su país y que descubren a través del cine extranjero y en la televisión dónde quieren instalarse», señala el realizador. «La gente sigue creyendo que el estado va a venir y ponerte el dinero en la mano, pero ya no somos aquel estado socialista».