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Nada más llegar a Qingtian y preguntar en mandarín por un hotel decente y baratito, un joven con el pelo tintado que dice llamarse «David» responde en perfecto castellano. Hace ya varios años que David vive en Barcelona, donde regenta un «todo a 100», y aprovecha las vacaciones en su ciudad natal para supervisar las obras en la casa que se ha comprado con lo que gana en España y llevar a su hija al médico, «que en la Seguridad Social tardan varios meses en darnos cita».
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