En las paredes de las piscinas Picornell de Barcelona todavía resuenan los rasgueos de la guitarra flamenca que acompañó a Gemma Mengual en su bautismo del éxito. En el lejano 2003, y con 26 años, esta barcelonesa sacó del ostracismo a la natación sincronizada en España y la convirtió en plata. Pero con sus primeros metales no solo abrió una puerta, sino que inventó un camino rompiendo una tradición impuesta por la técnica y la mecánica de las escuelas rusas. La fuerza de sus piernas, de sus giros, y sobre todo, la expresividad de sus ojos, su cara, sus gestos y su carisma, dentro y fuera del agua. Gemma Mengual creó una natación sincronizada donde la belleza artística se hizo eje central, y base para cosechar triunfos en cada competición. Creó una escuela paralela, y un camino por el que seguir cosechando triunfos.