martes, 20 de marzo de 2012

Santiago Díaz Bravo. La hora de los emigrantes ilustrados

(ABC, 18 de febrero de 2012)

Durante décadas, Canarias sólo vio retornar a los emigrantes que habían hecho fortuna. El resto, la mayoría, avergonzados tras su infértil travesía, optaba por permanecer en la emergente Venezuela. Los recién llegados lucían rutilantes ropajes, anchos sombreros de cogollo y ampulosos pelucos japoneses. Sabedores del aura que inviste al éxito, caminaban por las aceras con la seguridad inherente al triunfador, en no pocos casos pavoneándose ridículamente ante sus congéneres. Sobrados de razones, se consideraban justos merecedores de los dulzores que les proporcionaba la vida tras una sucesión de amargos sinsabores.

Los retornados se convirtieron de la noche a la mañana en epicentro de todas las miradas y en paradigma del modus vivendi. De inmediato, cuenta bancaria de por medio, se alzaron al primer escalafón de la provinciana sociedad isleña, donde ejercieron como únicos inversores hasta la eclosión hotelera. Buena parte de la economía giró durante lustros en torno a ellos. Fundaron constructoras, abrieron supermercados e importaron todo tipo de productos. Paradójicamente, carecieron bien de la iniciativa, bien de los conocimientos, para hacerse valer en la que iba a erigirse como principal actividad del archipiélago: el turismo.

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http://www.abc.es/20120218/local-canarias/abci-baravo-201202190039.html