(Magazzine, 6 de mayo de 2012)
Jóvenes
brillantes, formados en física e ingeniería en las universidades españolas,
trabajan con los mejores científicos del planeta en el Centro Europeo para la
Investigación Nuclear (CERN), que alberga en sus instalaciones el mayor
acelerador de partículas del mundo. Ante un país acuciado por la crisis, llevan
en Ginebra una vida que hoy se consideraría privilegiada: trabajan, investigan
en el mayor laboratorio científico del mundo. El mérito son sus calificaciones.
Sus aportaciones contribuyen a desentrañar el origen del universo y la
naturaleza de la materia.