jueves, 14 de mayo de 2009

Antonio Argandoña, ¿Dónde están los sindicatos?


(Alfa y Omega, 30 de abril de 2009)

Los sindicatos han perdido mucha fuerza en los últimos años, principalmente por la competencia de los inmigrantes que han venido a España, la importación de productos baratos procedentes de países emergentes y la amenaza de las empresas de trasladar sus plantas a otros lugares. Por ello, durante los años de alto crecimiento económico, los sindicatos no se han podido apoyar en su fuerza, sino que se han dejado llevar por la bonanza, manifestada sobre todo en una generación de empleo a la que ellos no contribuían, y en crecimientos salariales más altos que los de nuestros competidores europeos. Tampoco han podido -o no han sabido, o no han querido- diseñar estrategias alternativas a las tradicionales, basadas en la negociación de esos crecimientos salariales altos y en la reducción de las horas de trabajo, que ya les venía bien a ellos y a las empresas, en un entorno de alta creación de empleo, bajos tipos de interés, consumo elevado y euforia financiera. Y tampoco han sabido convertirse en proveedores de otros servicios a los trabajadores. Esto se explica, al menos en parte, por la misión que asumieron hace años de defensa a ultranza de los trabajadores sindicados, olvidando los intereses de otros grupos (trabajadores con contrato temporal, inmigrantes, parados) y la función social que debían haber cumplido en el conjunto del país. Por eso, cuando ha llegado la recesión, los sindicatos se han encontrado sin argumentos y sin poder de negociación, y no han estado a la altura de los retos a los que se enfrentaban. Han intentado alargar en lo posible las ventajas conseguidas en los años buenos, refugiándose en la protección del Gobierno, que ha secundado sus argumentos por razones políticas. Pero, ¿podrán mantener esa actitud cuando la tasa de paro supere el 20%?

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