viernes, 8 de mayo de 2009

Erena Calvo, El Ghalli y Elhabib, la cara y la cruz de la tragedia de Lanzarote



(ABC, 22 de febrero de 2009)


Domingo, 22-02-09
ERENA CALVO / ACN
ASSA (MARRUECOS).
A Mbarka Aballat no le quedan lágrimas. Ha llorado tanto en las últimas semanas que se le han secado los ojos. Sentada en el suelo del salón marroquí de su casa, tapada casi por completo con su melfa, nos habla de su hijo, El Ghalli Echine, una de las víctimas de la patera que naufragó en Lanzarote.
El Ghalli vivía hasta hace pocos días en Assa, una localidad marroquí situada a 300 kilómetros de Agadir y a unos 400 de Tarfaya, de donde salió la patera de la muerte. No hay que olvidar que es este punto de la costa africana el más cercano a las Islas. De nada les valió. A pocos metros de su meta, les esperaba un golpe de mala suerte.
De Assa salieron también cargados de esperanzas para toda su familia Bojmaa Akhalan y Elhabib Nassiri, de 17 y 16 años. Los tres eran amigos y estudiantes. Buenos chicos, repiten incansables sus familias. Akhalan y El Ghalli no han podido contar la aventura. Ellos son la cara de una historia, su compañero Elhabib es la cruz. Sobrevivió. Y, por su condición de menor, podrá permanecer en un centro en Canarias hasta su mayoría de edad.
«Gracias a Alá, nuestro hijo está vivo, y si Dios quiere en un futuro podrá trabajar y ayudarnos; pero lo que ha hecho es un auténtico suicidio, ahora mismo es como si hubiera vuelto a nacer». Habla el padre de Elhabib, Mouloud Nassiri. Era el único en la casa que no conocía las intenciones del joven. Su madre y su tía fueron las que le ayudaron a preparar el viaje.
«Le grabé el teléfono en el brazo»
«No las teníamos todas con nosotros, y por si había algún problema le grabé en el brazo nuestros datos, con el teléfono», cuenta orgullosa de su idea la tía, Najat Nassiri.
A pocos metros de esta casa, la familia de El Ghalli sufre en silencio. El hijo pequeño, de 14 años, Rachid, es duro cuando le preguntan por el viaje de su hermano. Él no estaba de acuerdo. Pero sí sus padres.
«Mi marido le daba cerca de 35 euros al mes todos los meses para que pudiera ahorrar y coger algún día una patera; mi esposo murió hace dos semanas, y entonces fue cuando decidió que había llegado el momento», relata Mbarka, que dice no tener ni idea de cómo organizó su hijo el viaje o con quién contactó para encontrar un hueco en la patera.
«Encendí la tele y lo supe todo por Al Jazzera». Así se enteró Mbarka de la muerte de su hijo. «Necesitábamos a El Ghalli, era nuestra esperanza».
Esta mujer de 49 años asegura con seriedad que nunca permitiría que sus dos hijos pequeños emigraran a España clandestinamente. «Ya llevo en mis espaldas demasiado drama, no podríamos soportarlo». Pero sí que ayudó a El Ghalli.

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