miércoles, 6 de mayo de 2009

El peligro de ser albino en áfrica


MAITE NIETO (El pais, 03/05/2009)


Son negros y albinos, como Moszy, que llegó en cayuco a España pidiendo asilo. El sol y el rechazo social han sido sus enemigos históricos. Ahora su cuerpo tiene precio en algunos países africanos y se comercia con él para realizar ?pociones con poderes mágicos?.
Moszy se convirtió en noticia, a principios del pasado mes de abril, cuando llegó en cayuco a las costas de Tenerife y solicitó asilo a las autoridades españolas. Tiene 18 años y procede de la República de Benín, un país de África occidental fronterizo con Nigeria y Níger. Su larga huida no ha tenido que ver con ideas políticas o religiosas, ni siquiera con esa búsqueda de El Dorado que es el motor para tantos inmigrantes subsaharianos. Moszy es negro y? albino. Y sólo por esta condición genética, que se caracteriza por una ausencia de pigmento en la piel, los ojos o el pelo, puede ser víctima de alguno de los muchos rituales de brujería por los que los albinos son perseguidos en distintos países africanos.
Sólo pocos años atrás, los albinos africanos sentían sobre ellos dos amenazas básicas: el rechazo social y el peligro del inclemente sol sobre su piel y sus ojos desprotegidos, ya de por sí débiles y especialmente sensibles. Para ellos no es nuevo ser abandonados por sus propias familias, sufrir la discriminación en la escuela y sentirse condenados a mendigar por la falta de oportunidades para encontrar cualquier tipo de trabajo. Pero sí es nuevo el miedo de sentir que su piel tiene precio.
Las noticias sobre la persecución y asesinato de albinos en distintos países del continente africano han sido cada vez más frecuentes en los últimos años. Una situación provocada por el aumento de un siniestro comercio en el que las mercancías son diferentes partes de sus pálidos cuerpos. Extremidades, piel, huesos, pelo e incluso la sangre de personas albinas son utilizadas por los brujos locales como ingredientes para hacer pociones a las que atribuyen poderes mágicos como dar suerte o atraer la riqueza. El problema es especialmente preocupante en Tanzania, un país en el que la población de albinos se estima en unas 170.000 personas. Allí los inciertos datos oficiales cifraron en 40 los albinos asesinados el año pasado, y la alarma que estos hechos ha provocado en la comunidad internacional ha presionado para que el Gobierno tanzano apoyara el nombramiento de una parlamentaria albina, primero, y a principios de este mismo año tomara la decisión de suspender las licencias de todos los curanderos, a los que se calcula recurre más del 40% de la población.
Ana Yturralde, la autora del reportaje gráfico, se topó con la realidad de esta comunidad en sus viajes de trabajo por África. Todas las personas que aceptaron posar para estas fotografías son de Angola y se necesitaron varias reuniones para convencerles. Hartos de ser ?monos de feria y objeto de burla?, sólo la promesa de poder hablar para que el mundo conozca su situación consiguió que se prestaran a ser retratados. ?Llegaron a la cita con sus mejores galas, a pesar de que la mayoría vive en condiciones míseras porque no tiene trabajo?, explica Yturralde, ?y lo primero que hicieron fue rezar porque para ellos era un momento importante?. Sencillos y sin casi estudios, cuando les preguntaron qué querían decir al mundo, sus peticiones fueron básicas: ?Que me quiten las manchas de la cara?, ?que nos envíen ropa? y gafas de sol?. En Senegal no tienen miedo a ser asesinados, pero sí al brutal rechazo que sufren, porque la ignorancia sobre el origen genético del albinismo hace que exista temor al contagio o simplemente porque provocan asco.
Ritos y supersticiones aparte, uno de los grandes enemigos de los albinos en África es el sol y, especialmente, la falta de medios para proteger de él los delicados ojos y piel que caracterizan a estas personas. ?En un momento de la sesión fotográfica pregunté a quien me servía de traductora si alguno de ellos tenía cáncer?, explica Ana Yturralde. ?La respuesta fue contundente: ?Ni lo nombres, para qué lo van a saber si no pueden tratarse?.
En Europa y América nace un albino por cada 20.000 personas, pero en África, al tratarse de una afección hereditaria, los problemas de endogamia disparan las cifras: un albino por cada 4.000 nacimientos. Su esperanza de vida sin protección y tratamientos adecuados se sitúa entre los 20 y los 30 años. Pedro Jaén, jefe del servicio de dermatología del hospital Ramón y Cajal de Madrid y director general del grupo de dermatología que lleva su nombre, conoce la gravedad de la situación de primera mano, ya que desde el pasado mes de agosto colabora sobre el terreno con la Fundación Cirujanos Plástikos Mundi en un proyecto médico en Moshi, en el norte de Tanzania. ?No tienen información ni medios para protegerse del sol; los médicos no tienen formación ni instrumental adecuado para realizar ciertas operaciones, y todas las supersticiones que rodean a estas personas hacen que estén aislados, dispersos y en cierta medida ocultos, lo que complica más cualquier acción para ayudarles?, explica el doctor Jaén. ?Necesitan fotoprotectores, un auténtico lujo en la zona; ropa y gafas adecuadas. Su piel se quema con mucha facilidad, todos los que están sin tratar alrededor de los 20 años tienen precáncer de piel, pero diagnosticado a tiempo se cura. Lo que ocurre es que la mayoría de las veces la situación hace que se llegue demasiado tarde, por eso nuestra intención no es sólo ayudar puntualmente, sino formar allí a profesionales que puedan realizar un seguimiento continuado?.
Moszy está en España, y su petición de asilo, en tramitación; es sólo el rostro más cercano de una discriminación que muestra toda su crudeza en los personajes de este reportaje.

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