domingo, 26 de julio de 2009

Colectivo docente Sócrates, La calidad de la enseñanza pública



En determinados centros de enseñanza de Canarias, los órganos directivos obedecen a lo que podría denominarse la línea dura de la Consejería, y siguen la consigna de presionar al claustro, si fuera preciso hasta lindar el acoso laboral, con objeto de que sus integrantes secunden los deseos de los superiores jerárquicos.
Ahora preocupa en la Consejería que los profesores aseguren un determinado porcentaje de aprobados, porque está mal visto que nuestros estudiantes sean los primeros en los porcentajes evaluadores del fracaso escolar.
No importa la calidad de la labor profesional del docente. Cuentan sólo las cifras, las estadísticas, los porcentajes, las luces verdes que anuncian una esperanza mentirosa y una mentirosa calidad de la enseñanza. El docente es un cero a la izquierda, tan sólo merece menosprecio. Es sólo un maltratador en potencia al que hay que recortar las alas para que no exija a los alumnos un esfuerzo que quiebre su capacidad de aguante.
Algún imprudente profesor se ha atrevido a plantear ante el claustro la defensa de la dignidad del docente y de la calidad de la enseñanza en los centros públicos, ha tenido la osadía de lamentar en voz alta que los sectores sociales menos acomodados deban resignarse a ofrecer a sus hijos una educación en la que no cuenta el esfuerzo, y que tan sólo se encamina a obtener un título ornamental que supuestamente testimonia un nivel de formación.
Personas como el intrépido profesor del que les hablo han de soportar el desprecio que les manifiestan los cuadros directivos de sus centros, el ninguneo de que son objeto de parte de los propios responsables políticos e, incluso, las denuncias de algunos compañeros que aspiran a hacer méritos ante la dirección del instituto o colegio.
Los resultados son patentes: miedo, angustia, depresión, aburrimiento, deseos vivísimos de colgar los bártulos académicos...
Los alumnos, conocedores de la presión a que se somete a sus profesores, aprovechan la situación en “beneficio” propio, conscientes de que pocos son los que se atreverán a saltarse la norma que impone el aprobado a todo trance. Naturalmente, comportamientos inadecuados o, incluso, indeseables, no impedirán aprobar en junio y superar el trámite.
A eso nos ha conducido la irresponsable política de unos políticos cobardes y contemporizadores, dispuestos a castrar al propio profesorado para dar de comer criadillas a la chusma.