miércoles, 23 de febrero de 2011

Fernando García de Cortázar. Las mil caras de Europa

(ABC, 2 de enero de 2011)

Si Gran Bretaña, tomando el relevo de árabes y africanos, estableció, junto a españoles, portugueses y holandeses, el comercio negrero transatlántico, también puso en marcha el abolicionismo; y señaló el principio del fin de la esclavitud gracias a la audacia y perseverancia formidables del elocuente político conservador William Wilberforce, que consagró cerca de veinte años a esa causa.

Merece la pena decirlo sin complejos. Sobre todo en una época en que el remordimiento y una desconcertada mala conciencia avisan silencio a nuestros dirigentes políticos, que prefieren transigir con tiranuelos tercermundistas de tres al cuarto antes que ser acusados del horrible pecado de eurocentrismo. Merece la pena recordarlo en voz alta, porque si nos rendimos a la amnesia histórica nos quedamos sin defensas para enfrentar los problemas del presente. No sólo hay criminales y víctimas en la historia de Europa. No sólo hay ríos de sangre y fango en la cronología europea. Por suerte para la especie humana, el Viejo Continente también es los seres que la redimen.

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