viernes, 18 de febrero de 2011

Rouco Varela. Una sola familia

(Alfa y Omega, 13 de enero de 2011)

En el actual contexto social de globalización en el que vivimos, los cristianos ­-inmigrantes, refugiados y madrileños- estamos llamados a reconocernos como hermanos, a compartir los bienes provenientes de Cristo, a ocupar el lugar que nos corresponde en la comunidad cristiana y a ser testigos del Evangelio. Esa convivencia profundamente humana, pacífica, solidaria y enriquecedora, que todo corazón humano desea desde lo más hondo de su ser, se hace posible con la fuerza que brota del Evangelio. A lo largo de estos años, los trabajadores inmigrantes, que viven y trabajan con sus familias entre nosotros, han colaborado en el crecimiento de nuestra economía, han contribuido al funcionamiento y desarrollo del sistema productivo y al sostenimiento de las pensiones y, consecuentemente, han contribuido al bienestar de todos. Más allá de lo económico, su simple presencia ha sido, y es, enriquecedora: por su humanidad, sus aportaciones culturales y religiosas, su trabajo, su juventud y su vida.

Descargar texto completo