Bibiana, que aún no colecciona Premios Nobel –al menos que se sepa: todo llegará-, se ha hecho con el puesto de asesora de la Agencia para la Mujer de la ONU, y ha dejado fuera de juego a Cristina Gallach, poseedora de una brillante trayectoria en la OTAN y en la UE, que aspiraba a la dirección de Relaciones Externas de la misma Agencia. Pero Bibiana, que poco sabe de idiomas y poco puede presumir de lustre académico, es el ojito derecho del Cejas, y ya está. Su fina intuición y su amplia experiencia de la vida sobrarán para despejar las dudas que puedan asaltar a Michelle Bachelet, directora ejecutiva de ONU Mujeres y anterior presidenta de Chile.
Colocar a Bibiana ha costado un esfuercito: no en vano, durante los últimos cinco años España ha comprometido con Naciones Unidas 225 millones de euros para programas relacionados con la mujer y la igualdad de género. Esa contribución nos convierte en el primer donante a ONU Mujeres, a una distancia infinita de países de nuestro entorno, como Italia o Francia.
En nombre de la igualdad, una persona valiosa es arrinconada para encaramar a una agradable señorita. Y eso gracias a la generosidad de todos los españoles que -adalides de las reivindicaciones del sexo femenino- asombramos al mundo con nuestra prodigalidad en tiempos de crisis. Y habrá perversos que consideren derroche lo que no es sino obligación igualitaria. Y olé.