(ABC Empresa, 18 de marzo de 2012)
En
2011, el flujo migratorio neto en España fue de –50.090 personas, según las
estimaciones de población actual del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Por primera vez en los últimos veinte años (desde 1990 exactamente), el número
de salidas superó al de llegadas, dejando así de ser un país receptor de
inmigración para convertirnos en una nación emisora de emigrantes. En detalle,
como explica José Ignacio Conde-Ruiz, director de Fedea (Fundación de Estudios
de Economía Aplicada), en el blog
económico «Nada es Gratis», el saldo fue negativo tanto entre españoles
(-20.484 personas) como entre extranjeros (-29.606 personas). Admitiendo la
justificación del ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert,
quien aseguró en una entrevista reciente que un alto porcentaje de esos
autóctonos eran descendientes de españoles nacionalizados gracias a la Ley de
Memoria Histórica, lo cierto es que el goteo de salidas es constante y
proporcional a la falta de perspectivas e incentivos laborales en nuestras fronteras.
¿Pero cuál es el perfil del emigrante español del siglo XXI?