miércoles, 9 de mayo de 2012

Lucía Dorronsoro. Los que no regresan


(ABC Empresa, 18 de marzo de 2012)
En 2011, el flujo migratorio neto en España fue de –50.090 personas, según las estimaciones de población actual del Instituto Nacional de Estadística (INE). Por primera vez en los últimos veinte años (desde 1990 exactamente), el número de salidas superó al de llegadas, dejando así de ser un país receptor de inmigración para convertirnos en una nación emisora de emigrantes. En detalle, como explica José Ignacio Conde-Ruiz, director de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), en el blog económico «Nada es Gratis», el saldo fue negativo tanto entre españoles (-20.484 personas) como entre extranjeros (-29.606 personas). Admitiendo la justificación del ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, quien aseguró en una entrevista reciente que un alto porcentaje de esos autóctonos eran descendientes de españoles nacionalizados gracias a la Ley de Memoria Histórica, lo cierto es que el goteo de salidas es constante y proporcional a la falta de perspectivas e incentivos laborales en nuestras fronteras. ¿Pero cuál es el perfil del emigrante español del siglo XXI?