sábado, 1 de noviembre de 2008

Freno a la globalización de los flujos migratorios

RAFAEL BARBERO FERRER

Los flujos migratorios se insertan en el contexto de globalización y contribuyen a la globalización de la oferta de mano de obra; pero ¿existen obstáculos para esa globalización de las migraciones? , ¿por qué se han intensificado las migraciones en estos últimos tiempos?
Existe en nuestros días un enorme un contrasentido: de una parte, una tendencia generalizada a la globalización de los movimientos migratorios y, de otra, una actitud insolidaria cada día más difundida en los países receptores junto a barreras comerciales que levantan los países prósperos, que impiden colaborar con el desarrollo económico de los países subdesarrollados.
Para alcanzar una efectiva globalización debemos romper esas barreras que separan unos países de otros: comerciar con países de todo el mundo, acabar con las leyes contrarias a la inmigración, hacer desaparecer los problemas sociales que sufren las personas de otros países, combatir la xenofobia y el racismo…
Debemos convertirnos en seres solidarios y aceptar a gente de otros países.
Actualmente los avances tecnológicos- por ejemplo, en los transportes- han hecho posible que los flujos migratorios adquieran una intensidad particular.
Una razón fundamental por la que muchas personas abandonan su país es porque aún se notan las secuelas del neocolonialismo. Muchos se van (“efecto huída”) debido a que el Sur (América del Sur, África…) está empobreciéndose por culpa del Norte (América del Norte, Europa…): porque los responsables de los gobiernos del mundo próspero explotan sus tierras y provocan la salida de mano de obra de los países subdesarrollados.
Los países desarrollados buscan lo mejor para ellos, sin que les importe que otros salgan perjudicados. En el siglo XIX abundan los ejemplos, como el caso de Malí, colonia francesa que producía exclusivamente algodón que se exportaba a Francia para comercializarlo. En un momento determinado bajaron los precios del algodón y la economía en Malí, que vivía únicamente de este bien, cayó en picado.
De todo lo anterior se deduce que la globalización, entendida en este sentido, es una manipulación.
Los movimientos migratorios se ven frenados por los países receptores debido a la política que siguen y a cuestiones sociales que muchas veces condicionan las leyes que rigen en esos países. Y, sin embargo, se produce el denominado “efecto llamada”, ya que, por ejemplo, las televisiones de los países desarrollados, que en la era de la globalización llegan hasta los más recónditos lugares de la tierra, muestran algo parecido a un espejismo para las personas de los países pobres. Por ejemplo, un africano ve por televisión una película ambientada en Hollywood en la cual las personas nadan en riqueza, y piensa que su vida en Europa será igual: pero, cuando llega, encuentra que no es como se lo esperaba, se siente rechazado y maltratado por la sociedad y por las autoridades.
Un ejemplo del efecto llamada es el viejo mito de El Dorado. Existían historias de una ciudad de ese nombre de la que todos hablaban, en la que todo estaba hecho de oro, su población era rica, feliz. Muchos aventureros arriesgaron sus vidas para encontrarla y muchos la perdieron, ya que esa ciudad jamás existió.
Lo que diferencia entre eso y lo que ocurre hoy en día es que los inmigrantes que llegan no lo hacen por placer, se ven obligados a viajar, abandonan a sus familias no por gusto sino por pura necesidad. La desesperación ante la pobreza, las dictaduras, la corrupción, las guerras que nunca terminan les conducen a buscar un futuro lejos, que ellos creen que encontrarán en Europa. Pero ese objetivo de sobrevivir en otro continente choca contra los gobiernos de los países europeos, que no les dejan entrar: y eso es algo que un africano no puede entender. En Italia, el presidente del Gobierno, Berlusconi, ha aprobado un paquete de medidas de “seguridad” que criminaliza la inmigración sin papeles mandando a los indocumentados a la cárcel, y ha afirmado que "una Italia más segura, más tranquila y más serena que cuente con una homogeneidad cultural como base de su acción política será una Italia más fuerte, más creíble y más convincente hacia Europa".
En España, el presidente del Gobierno no comparte la idea de que en España exista una ley de esas características y ha expresado a Italia su rechazo de la criminalización de la inmigración ilegal . “La inmigración no ha de controlarse con leyes más duras, ya que esta respuesta es simplemente una terapia tranquilizadora en un momento coyuntural”.
La Unión Europea ha mostrado su rechazo a las medidas tomadas por Berlusconi, ya que una de las consecuencias de que Italia convierta en delito la inmigración ilegal es que pueda desviar los flujos migratorios a los países vecinos. El ministro italiano de Política Comunitaria, Andrea Ronchi, expresó: "quien no comparta la cultura, religión y reglas de convivencia de Italia no puede estar, sobre todo aquellos que delincan", con lo que enunciaba un programa asimilacionista.
A la mayoría de las personas les gusta la idea de globalización, pero no están dispuestas a compartir sus bienes con las personas de los países subdesarrollados, por lo que existe una cierta insolidaridad en la sociedad en la que vivimos. Las personas que van a los países desarrollados lo hacen por necesidad y buscando una oportunidad para trabajar y sobrevivir. Pero lo único que encuentran es decepción, ya que en estos países receptores existe una política que restringe la entrada de inmigrantes a su país. Los que consiguen quedarse tropiezan con el rechazo social atizado a veces por las leyes de los países receptores. Este rechazo por parte de la sociedad desemboca en racismo y xenofobia.
Cuando en un país conviven personas de diversas culturas, la sociedad puede estructurarse de varios modos: multiculturalismo, integración o asimilacionismo. El multiculturalismo consiste en formar una especie de gueto: lugares exclusivamente para gente de la misma cultura, sin mezclarse unos con otros (un ejemplo en Nueva York sería Chinatown). La integración consiste en compartir las distintas culturas, pero siempre respetándolas: por ejemplo, un chino invita a un español a celebrar el año chino. Es decir, el que se incorporara a un país conserva su identidad. El asimilacionismo consiste en la intención, por parte de la sociedad, de que un inmigrante pierda sus señas de identificación, es decir, que renuncie a sus raíces y que se disfrace de autóctono.
Explicaré claramente la integración y el asimilacionismo con un ejemplo. Un potaje representa la integración: puedes saborear ingredientes por separado y conocer el sabor de todos. El asimilacionismo equivale a la conversión de ese potaje en puré: saboreas todo a la vez, pues cada ingrediente pierde su identidad.
Todo lo dicho hasta aquí contradice la globalización, ya que la sociedad tiende a rechazar a inmigrantes y a aislarlos. La globalización también se ve interrumpida por las barreras que levantan los países prósperos y limitan, por ejemplo, el comercio entre los países. En Europa esas barreras no existen, cualquier europeo, sea de la nacionalidad que sea, puede entrar en cualquier país de la Unión Europea sin necesidad de papeleos, sólo con su identificación personal y en el comercio no existen problemas ya que no hay aduana, pero a los africanos no les sale rentable hacer negocios con Europa porque las aduanas les impiden beneficiarse en los intercambios comerciales. Para lograr una globalización es necesario romper esas barreras y comerciar con ellos: y eso favorecería la economía. “Los países desarrollados deben bajar las barreras comerciales a los productos agrícolas y a las exportaciones de productos manufacturados si el continente quiere lograr desarrollo sostenible”, dijo el presidente de Botswana, Fedus Moge.
En definitiva, la globalización es un movimiento que quiere ser universal, pero se contradice levantando barreras que estorban el comercio y las migraciones. En mi opinión, la globalización está organizada en bloques (Europa, América, China, India…) y cada bloque mira con recelo a los demás, queriendo ser mejor que el otro, sin llegar nunca a una globalización total. Para conseguir esa globalización total debemos romper las barreras que limitan esos bloques, permitir la entrada de inmigrantes, comerciar con países como los africanos sin imponerles aduanas tan restrictivas, cambiar las leyes que obstruyen la entrada de personas de todo el mundo en todos los países, combatir el rechazo social fomentando la integración de las demás culturas y remitiendo al pasado el racismo y la xenofobia.
Para que la globalización sea justa debe perseguir una mayor igualdad de derechos: derecho a un salario digno, a la alimentación, educación, seguridad, etcétera: pero, sobre todo, el derecho más importante, que es el derecho a la vida de quienes necesitan trasladarse a otro país para no morir. Estamos ante un derecho humano que está por encima de los países. Y, sin embargo, a la hora de la verdad, para tener derecho a la vida es necesario reunir determinados requisitos: como por ejemplo, un permiso de residencia, un permiso de trabajo…
En el siglo XIX muchísimos italianos emigraron a América, y algunos de ellos organizaron mafias que mataron a muchas personas. Actualmente Italia recibe inmigración y su presidente de Gobierno decide encarcelar a los inmigrantes sin papeles. Esto, además de no ser una solución, es algo desde mi punto de vista egoísta, injusto y racista. Berlusconi afirma que lo hace para reducir el índice de robos, violaciones, asesinatos, etc., pero que los inmigrantes cometan más asesinatos, por ejemplo, que los ciudadanos del propio país es una hipótesis que no ha sido demostrada aún. En sentido contrario puede citarse la agresión de un español que arremetió por xenofobia contra una inmigrante en un tren de Barcelona. Esto demuestra que la violencia no es innata al inmigrante y que los nacionales también la cometen. Yo creo que los indocumentados no arriesgan sus vidas o abandonan a su familia para ir a robar a los países ricos sino que procurarán no meterse en líos, intentarán trabajar duro y pasar desapercibidos. También es cierto que algunos cometen delitos graves, pero son pocos comparados con el total de los que acuden a los países prósperos.
Así que, si los países receptores toman medidas similares a las leyes inmorales tomadas por Italia, la idea de globalización no avanzará, debido a esos obstáculos que frenan los movimientos migratorios.
Yo creo que vivimos en un mundo en el que aún no estamos preparados para globalizarnos, porque nuestras sociedades son demasiado racistas y los derechos humanos no son iguales para todos ni si quiera dentro del país (diferencia entre hombres y mujeres): y estos derechos humanos son esenciales si queremos conseguir la globalización

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