martes, 26 de mayo de 2009

El sindicato del miedo


Ignacio Camacho (ABC, 1 de mayo de 2009)


Con cuatro millones de desempleados en la EPA y una caída del 3 por ciento en el Producto Interior Bruto, los sindicatos han decidido celebrar el Primero de Mayo manifestándose contra un fantasma. Cómplices de la inacción del Gobierno ante la crisis, prefieren dedicar su ritual movilización obrera a protestar contra un asunto evanescente que ni siquiera está en la agenda de la oposición. La idea de la reforma laboral, que tampoco incluye necesariamente el abaratamiento del despido, la ha lanzado por su cuenta la patronal, un «lobby» tan subvencionado como las centrales sindicales y tan poco operativo como ellas, y la han suscrito algunos gurús de la socialdemocracia a quienes resulta difícil clasificar como adalides del capitalismo. Pero el sindicalismo de izquierda gobierna en coalición con el Partido Socialista y no tiene libertad para pedir al poder unas políticas eficaces contra el desempleo. Necesita inventarse conspiraciones contra la clase trabajadora para justificar su presunto papel reivindicativo, cuando en realidad se ha convertido en un grupo de presión que bloquea cualquier iniciativa reformista.

A unos sindicatos de clase les debería sonrojar que el presidente de un Gobierno al que se le ha declarado el país en quiebra se manifieste en pleno acuerdo con sus menguadas reivindicaciones. De no chirriar con su papel institucional, Zapatero iría hoy a sujetar la pancarta. Las centrales son su fuerza de choque, la correa de transmisión de su estrategia neoperonista. Cerrado en banda a cualquier medida que pueda suponerle coste electoral, utiliza sus demandas para reforzar su inmovilismo mientras el empleo se despeña, el consumo desaparece y la productividad se evapora. Contra la exigencia creciente de reformas que den aliento a una economía colapsada, el presidente se apoya en unas organizaciones ancladas en la inercia de los subsidios para respaldar su discurso de prejuicios ideológicos. España vive en una ficción de Estado del Bienestar que se desangra por dentro, pero el zapaterismo se aferra a la doctrina del miedo y predica un estatalismo petrificado que pone parches asistenciales en una hemorragia estructural. No quiere rebajar impuestos a las empresas, ni modificar la política energética, ni revisar el tambaleante sistema de la Seguridad Social. Tampoco es capaz de crear empleo, ni de activar el crédito, ni de impulsar un modelo de crecimiento alternativo al del ladrillo desplomado. Su única línea de acción es incrementar el déficit para pagar la cobertura del desempleo, que es un derecho de los parados y el mínimo imprescindible de la cohesión social. En vez de denunciar ese suicidio a plazos, los sindicatos lo jalean y piden más ingredientes para el maná. Sin enemigo al que hostigar disimulan gritando contra unas sombras.

Si gobernase la derecha, hoy habría barricadas en las calles.

jueves, 14 de mayo de 2009

Antonio Argandoña, ¿Dónde están los sindicatos?


(Alfa y Omega, 30 de abril de 2009)

Los sindicatos han perdido mucha fuerza en los últimos años, principalmente por la competencia de los inmigrantes que han venido a España, la importación de productos baratos procedentes de países emergentes y la amenaza de las empresas de trasladar sus plantas a otros lugares. Por ello, durante los años de alto crecimiento económico, los sindicatos no se han podido apoyar en su fuerza, sino que se han dejado llevar por la bonanza, manifestada sobre todo en una generación de empleo a la que ellos no contribuían, y en crecimientos salariales más altos que los de nuestros competidores europeos. Tampoco han podido -o no han sabido, o no han querido- diseñar estrategias alternativas a las tradicionales, basadas en la negociación de esos crecimientos salariales altos y en la reducción de las horas de trabajo, que ya les venía bien a ellos y a las empresas, en un entorno de alta creación de empleo, bajos tipos de interés, consumo elevado y euforia financiera. Y tampoco han sabido convertirse en proveedores de otros servicios a los trabajadores. Esto se explica, al menos en parte, por la misión que asumieron hace años de defensa a ultranza de los trabajadores sindicados, olvidando los intereses de otros grupos (trabajadores con contrato temporal, inmigrantes, parados) y la función social que debían haber cumplido en el conjunto del país. Por eso, cuando ha llegado la recesión, los sindicatos se han encontrado sin argumentos y sin poder de negociación, y no han estado a la altura de los retos a los que se enfrentaban. Han intentado alargar en lo posible las ventajas conseguidas en los años buenos, refugiándose en la protección del Gobierno, que ha secundado sus argumentos por razones políticas. Pero, ¿podrán mantener esa actitud cuando la tasa de paro supere el 20%?

viernes, 8 de mayo de 2009

Erena Calvo, El Ghalli y Elhabib, la cara y la cruz de la tragedia de Lanzarote



(ABC, 22 de febrero de 2009)


Domingo, 22-02-09
ERENA CALVO / ACN
ASSA (MARRUECOS).
A Mbarka Aballat no le quedan lágrimas. Ha llorado tanto en las últimas semanas que se le han secado los ojos. Sentada en el suelo del salón marroquí de su casa, tapada casi por completo con su melfa, nos habla de su hijo, El Ghalli Echine, una de las víctimas de la patera que naufragó en Lanzarote.
El Ghalli vivía hasta hace pocos días en Assa, una localidad marroquí situada a 300 kilómetros de Agadir y a unos 400 de Tarfaya, de donde salió la patera de la muerte. No hay que olvidar que es este punto de la costa africana el más cercano a las Islas. De nada les valió. A pocos metros de su meta, les esperaba un golpe de mala suerte.
De Assa salieron también cargados de esperanzas para toda su familia Bojmaa Akhalan y Elhabib Nassiri, de 17 y 16 años. Los tres eran amigos y estudiantes. Buenos chicos, repiten incansables sus familias. Akhalan y El Ghalli no han podido contar la aventura. Ellos son la cara de una historia, su compañero Elhabib es la cruz. Sobrevivió. Y, por su condición de menor, podrá permanecer en un centro en Canarias hasta su mayoría de edad.
«Gracias a Alá, nuestro hijo está vivo, y si Dios quiere en un futuro podrá trabajar y ayudarnos; pero lo que ha hecho es un auténtico suicidio, ahora mismo es como si hubiera vuelto a nacer». Habla el padre de Elhabib, Mouloud Nassiri. Era el único en la casa que no conocía las intenciones del joven. Su madre y su tía fueron las que le ayudaron a preparar el viaje.
«Le grabé el teléfono en el brazo»
«No las teníamos todas con nosotros, y por si había algún problema le grabé en el brazo nuestros datos, con el teléfono», cuenta orgullosa de su idea la tía, Najat Nassiri.
A pocos metros de esta casa, la familia de El Ghalli sufre en silencio. El hijo pequeño, de 14 años, Rachid, es duro cuando le preguntan por el viaje de su hermano. Él no estaba de acuerdo. Pero sí sus padres.
«Mi marido le daba cerca de 35 euros al mes todos los meses para que pudiera ahorrar y coger algún día una patera; mi esposo murió hace dos semanas, y entonces fue cuando decidió que había llegado el momento», relata Mbarka, que dice no tener ni idea de cómo organizó su hijo el viaje o con quién contactó para encontrar un hueco en la patera.
«Encendí la tele y lo supe todo por Al Jazzera». Así se enteró Mbarka de la muerte de su hijo. «Necesitábamos a El Ghalli, era nuestra esperanza».
Esta mujer de 49 años asegura con seriedad que nunca permitiría que sus dos hijos pequeños emigraran a España clandestinamente. «Ya llevo en mis espaldas demasiado drama, no podríamos soportarlo». Pero sí que ayudó a El Ghalli.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El peligro de ser albino en áfrica


MAITE NIETO (El pais, 03/05/2009)


Son negros y albinos, como Moszy, que llegó en cayuco a España pidiendo asilo. El sol y el rechazo social han sido sus enemigos históricos. Ahora su cuerpo tiene precio en algunos países africanos y se comercia con él para realizar ?pociones con poderes mágicos?.
Moszy se convirtió en noticia, a principios del pasado mes de abril, cuando llegó en cayuco a las costas de Tenerife y solicitó asilo a las autoridades españolas. Tiene 18 años y procede de la República de Benín, un país de África occidental fronterizo con Nigeria y Níger. Su larga huida no ha tenido que ver con ideas políticas o religiosas, ni siquiera con esa búsqueda de El Dorado que es el motor para tantos inmigrantes subsaharianos. Moszy es negro y? albino. Y sólo por esta condición genética, que se caracteriza por una ausencia de pigmento en la piel, los ojos o el pelo, puede ser víctima de alguno de los muchos rituales de brujería por los que los albinos son perseguidos en distintos países africanos.
Sólo pocos años atrás, los albinos africanos sentían sobre ellos dos amenazas básicas: el rechazo social y el peligro del inclemente sol sobre su piel y sus ojos desprotegidos, ya de por sí débiles y especialmente sensibles. Para ellos no es nuevo ser abandonados por sus propias familias, sufrir la discriminación en la escuela y sentirse condenados a mendigar por la falta de oportunidades para encontrar cualquier tipo de trabajo. Pero sí es nuevo el miedo de sentir que su piel tiene precio.
Las noticias sobre la persecución y asesinato de albinos en distintos países del continente africano han sido cada vez más frecuentes en los últimos años. Una situación provocada por el aumento de un siniestro comercio en el que las mercancías son diferentes partes de sus pálidos cuerpos. Extremidades, piel, huesos, pelo e incluso la sangre de personas albinas son utilizadas por los brujos locales como ingredientes para hacer pociones a las que atribuyen poderes mágicos como dar suerte o atraer la riqueza. El problema es especialmente preocupante en Tanzania, un país en el que la población de albinos se estima en unas 170.000 personas. Allí los inciertos datos oficiales cifraron en 40 los albinos asesinados el año pasado, y la alarma que estos hechos ha provocado en la comunidad internacional ha presionado para que el Gobierno tanzano apoyara el nombramiento de una parlamentaria albina, primero, y a principios de este mismo año tomara la decisión de suspender las licencias de todos los curanderos, a los que se calcula recurre más del 40% de la población.
Ana Yturralde, la autora del reportaje gráfico, se topó con la realidad de esta comunidad en sus viajes de trabajo por África. Todas las personas que aceptaron posar para estas fotografías son de Angola y se necesitaron varias reuniones para convencerles. Hartos de ser ?monos de feria y objeto de burla?, sólo la promesa de poder hablar para que el mundo conozca su situación consiguió que se prestaran a ser retratados. ?Llegaron a la cita con sus mejores galas, a pesar de que la mayoría vive en condiciones míseras porque no tiene trabajo?, explica Yturralde, ?y lo primero que hicieron fue rezar porque para ellos era un momento importante?. Sencillos y sin casi estudios, cuando les preguntaron qué querían decir al mundo, sus peticiones fueron básicas: ?Que me quiten las manchas de la cara?, ?que nos envíen ropa? y gafas de sol?. En Senegal no tienen miedo a ser asesinados, pero sí al brutal rechazo que sufren, porque la ignorancia sobre el origen genético del albinismo hace que exista temor al contagio o simplemente porque provocan asco.
Ritos y supersticiones aparte, uno de los grandes enemigos de los albinos en África es el sol y, especialmente, la falta de medios para proteger de él los delicados ojos y piel que caracterizan a estas personas. ?En un momento de la sesión fotográfica pregunté a quien me servía de traductora si alguno de ellos tenía cáncer?, explica Ana Yturralde. ?La respuesta fue contundente: ?Ni lo nombres, para qué lo van a saber si no pueden tratarse?.
En Europa y América nace un albino por cada 20.000 personas, pero en África, al tratarse de una afección hereditaria, los problemas de endogamia disparan las cifras: un albino por cada 4.000 nacimientos. Su esperanza de vida sin protección y tratamientos adecuados se sitúa entre los 20 y los 30 años. Pedro Jaén, jefe del servicio de dermatología del hospital Ramón y Cajal de Madrid y director general del grupo de dermatología que lleva su nombre, conoce la gravedad de la situación de primera mano, ya que desde el pasado mes de agosto colabora sobre el terreno con la Fundación Cirujanos Plástikos Mundi en un proyecto médico en Moshi, en el norte de Tanzania. ?No tienen información ni medios para protegerse del sol; los médicos no tienen formación ni instrumental adecuado para realizar ciertas operaciones, y todas las supersticiones que rodean a estas personas hacen que estén aislados, dispersos y en cierta medida ocultos, lo que complica más cualquier acción para ayudarles?, explica el doctor Jaén. ?Necesitan fotoprotectores, un auténtico lujo en la zona; ropa y gafas adecuadas. Su piel se quema con mucha facilidad, todos los que están sin tratar alrededor de los 20 años tienen precáncer de piel, pero diagnosticado a tiempo se cura. Lo que ocurre es que la mayoría de las veces la situación hace que se llegue demasiado tarde, por eso nuestra intención no es sólo ayudar puntualmente, sino formar allí a profesionales que puedan realizar un seguimiento continuado?.
Moszy está en España, y su petición de asilo, en tramitación; es sólo el rostro más cercano de una discriminación que muestra toda su crudeza en los personajes de este reportaje.

sábado, 2 de mayo de 2009

La niña gaditana, de padres mauritanos, obligada a casarse


Ángel Expósito,


(ABC, 18 de abril de 2009)


Estas semanas pasadas se ha hablado, no demasiado, de la niña gaditana de padres mauritanos que fue obligada a casarse por sus propios progenitores a los catorce años. El esposo es un primo carnal de cuarenta años con el que la niña tuvo que mantener relaciones sexuales a la fuerza. El juez ha condenado a la madre, al marido y en menor medida al padre, que se quejan de racismo y de falta de respeto a sus tradiciones. ¿Tradiciones? ¿Y las de la niña? ¿Y las que marca la Constitución española? ¿Y los derechos del menor? ¿Y el respeto a la mujer aunque tenga catorce años? ¿Con qué sentimiento esa niña ha seguido yendo al colegio? ¿Cómo la mirarán sus amigos de clase y del barrio? ¿Dónde está el Ministerio de Igualdad para gritar a favor de la niña? Una cosa es el repugnante racismo, y otra el respeto al ser humano y a unas supuestas tradiciones. Aunque la afectada tenga catorce años y aunque su madre, en Mauritania, se casara con igual proceder. Si no se clama al cielo a favor de esa chica, ¿dónde situaremos el límite?